Durante la dictadura fue detenida en su hogar y llevada a la cárcel del Buen Pastor de Coquimbo, donde permaneció un largo periodo, sin un juicio justo. En su relato da cuenta de cómo era la vida al interior de este centro de detención, de las condiciones en que llegaban otras presas políticas y el mal trato que se vivía. También es posible conocer los lazos de solidaridad que en esas condiciones se vivieron y permitieron salir adelante a muchas mujeres. Tras conseguir su libertad, Lucía se hizo parte de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, espacio en el que trabajó por el fin de la dictadura, ayudando a quienes eran violentados en sus derechos.
Claudia partió al exilio a la edad de siete años, después que la dictadura asesinara a su padre, Víctor Enrique Fuenzalida, jefe técnico de la CORA en Quillota. Con su madre Aydée Jara y su hermano Víctor llegó hasta Zaporozhe, Ucrania. Fue enviada junto a su hermano al Internado Internacional de Ivanovo (Rusia), donde la adaptación fue muy difícil, aunque pudieron compartir con niños y niñas provenientes de diferentes países con pasados similares al suyo. Al finalizar sus estudios secundarios, cursó la carrera de enfermería. Retornó a Chile a principios de los años noventa, integrándose junto a su madre y otros familiares a la Comisión de Derechos Humanos de Quillota, para lograr justicia y verdad para su padre y otros trabajadores militantes de izquierda asesinados en lo que la dictadura y la prensa oficial llamó el caso “Asalto a la Patrulla”. Actualmente trabaja como enfermera especialista en atención de diálisis.
Durante la dictadura, Angélica Pacheco fue parte de los movimientos de mujeres y trabajó en el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) en la ciudad de Osorno. En el presente testimonio, relata su experiencia en el trabajo poblacional y con grupos de jóvenes que se organizaba para hacer frente a la represión de la época. Rodolfo Balbontín, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario, cayó preso por primera vez en 1974 en Osorno, luego fue nuevamente detenido junto a otros militantes, siendo trasladados a Villa Grimaldi, 3 y 4 Álamos, y finalmente Puchuncaví; logró su libertad a fines de 1976. Fue impulsor de la Agrupación de ex Presos Políticos, que junto a las agrupaciones de familiares y algunas organizaciones sociales, formaron el Coordinador de Derechos Humanos de Osorno.
Dirigente sindical previo al golpe de Estado, primero estuvo retenido en su domicilio y luego trasladado a la Cárcel de La Serena y trasladado periódicamente al regimiento, donde era sometido a sesiones de tortura. Tras ser liberado, comenzó a hacer vinculaciones clandestinamente con personas contrarias a la dictadura y organizaron la Comisión Chilena de Derechos Humanos en contacto con la oficina central de Santiago.
Lucía Rojas tuvo una gran participación en varias organizaciones creadas durante la dictadura. Fue colaboradora de la abogada de derechos humanos Alicia Vidal, quien desde el Comité Pro Paz trabajó en la atención de presos políticos. Rojas participó en la creación del Equipo de Acción Social del Arzobispado de Antofagasta, que apoyó material y espiritualmente a las familias de los fusilados, detenidos, relegados, exiliados y exonerados políticos. Esta organización también creó comedores infantiles, talleres laborales, equipos de salud, grupos de análisis y reflexión comunitaria.
Abogado de profesión, asistió a Consejos de Guerra durante los primeros años de la dictadura. Posteriormente fue colaborador en la Vicaría de la Solidaridad. Su trabajo en derechos humanos fue constante, lo que también tuvo consecuencias tanto para él como para sus familiares, recibiendo amenazas y amedrentamientos.