Proyectos testimoniales donados al Museo

Testimonio de Ignelia Fuentes

Ignelia Patricia Fuentes Rojas proviene de una familia unida en Iquique y estudiaba contabilidad en el Instituto Comercial. Era militante de las Juventudes Socialistas y vicepresidenta del Centro de Alumnos. El 3 de octubre de 1973 fue detenida por Carabineros tras intentar retomar su vida cotidiana, días después de la detención de su madre, simpatizante de la Federación de Mujeres Socialistas.
Durante su detención, Ignelia fue brutalmente torturada. Recibió golpes, descargas eléctricas, fue quemada con cigarrillos, sufrió simulacros de fusilamiento y fue sometida a vejaciones físicas y psicológicas. A pesar de la violencia, no fue violada, aunque fue víctima de acoso sexual por parte de sus captores. Permaneció incomunicada y sin contacto con su familia, hasta ser trasladada al penal de Pisagua, donde se reunió brevemente con su madre.
En Pisagua, enfrentó tortura psicológica constante, amenazas de fusilamiento y sesiones de interrogatorio. Fue castigada en las caballerizas, expuesta al sol y sometida a condiciones inhumanas. Durante el primer consejo de guerra para mujeres en diciembre de 1973, Ignelia fue juzgada sin defensa legal. Aunque inicialmente enfrentaba un año de prisión, finalmente fue liberada junto con su madre.
Debido al trauma y la persecución, se trasladó a Santiago, donde continuó trabajando en el ámbito de los derechos humanos y en actividades políticas clandestinas. Mantuvo una relación con Víctor Serena, un militante socialista, quien fue torturado y asesinado por agentes del régimen. Más tarde, Ignelia se casó con Luis López Mora, también militante socialista, quien fue detenido y permaneció encarcelado durante cinco años.
Ignelia y su familia vivieron exiliados en Alemania, gracias a la intervención de Amnistía Internacional. Regresaron a Chile en 1994, donde Ignelia continuó trabajando en el ámbito municipal en Iquique y Alto Hospicio.

Testimonio de Elena Espinoza

Elena Espinoza Geddes, simpatizante del Partido Comunista, relata su detención en su hogar en Iquique durante la dictadura militar en Chile. Sin militancia formal, su interés político y participación en concentraciones públicas la convirtieron en objetivo del régimen. Fue arrestada de madrugada y llevada al regimiento de Telecomunicaciones, donde fue interrogada antes de ser trasladada a Pisagua.
En Pisagua, soportó condiciones de encierro y miedo constante. Aunque no sufrió tortura física directa, vivió bajo amenazas y presenció interrogatorios violentos contra otros detenidos, cuyos gritos aún recuerda. Relata cómo ella y sus compañeras encontraron formas de comunicarse en secreto con los presos hombres mediante notas ocultas.
Menciona a varias compañeras como Margarita Álvarez, conocida por mantener el ánimo del grupo cantando y contando historias. También destaca a Anita Marambio y otras mujeres con quienes formó lazos indestructibles que perduran hasta hoy.
Tras su liberación, enfrentó arraigo y debía firmar semanalmente ante las autoridades. Aunque logró retomar su vida laboral, las experiencias de detención y el ambiente represivo dejaron una huella profunda en su memoria.
Menciona a: Margarita Álvarez, Anita Marambio, Nadia García, Freddy Taberna, Roberto (vecino) y Clotilde (compañera de detención)

Testimonio de Raúl Díaz

(Ex conscripto) Raúl Díaz Bravo, oriundo de Pozo Almonte e instalado en Iquique, relata su experiencia como detenido político durante la dictadura militar en Chile. Fue arrestado en 1973, acusado falsamente de robar armas del Ejército mientras realizaba su servicio militar en el Regimiento Telecomunicaciones. Allí fue brutalmente torturado por efectivos militares, incluyendo golpizas, descargas eléctricas y extracción de uñas con alicates.
Menciona a varios compañeros detenidos y asesinados, como el soldado Pedro Bravo, quien murió tras ser golpeado salvajemente, y otros prisioneros ejecutados bajo falsas acusaciones de fuga. Describe las torturas en la enfermería del regimiento y las ejecuciones clandestinas cerca del cementerio.
Posteriormente fue trasladado al campo de concentración de Pisagua, donde enfrentó condiciones inhumanas: golpes, trabajos forzados, hambre extrema y maltrato constante. Fue sometido a torturas como ser obligado a permanecer descalzo sobre una plancha de metal ardiente. También menciona que presenció aviones cargados con cientos de detenidos, quienes nunca llegaron a Pisagua, sospechando de ejecuciones masivas en el desierto.
Tras su liberación, sufrió persecución, desempleo y problemas psicológicos, sintiéndose excluido y temeroso de salir a la calle. Con el tiempo, logró trabajar como albañil independiente, aunque sigue afectado por el trauma vivido.
Menciona a Pedro Bravo, el «Pelado» (compañero de celda), Flaco Aguirre y Barraza, Capitán Pereira, Freddy Urquiola.

Testimonio de Luis Caucoto

Luis Caucoto narra su vida desde su infancia en una familia obrera de la pampa salitrera, marcada por la militancia socialista de su padre y el ambiente sindical de la época. Ingresó a la Juventud Demócrata Cristiana y posteriormente al MAPU, siendo un activo dirigente estudiantil en la Universidad de Concepción durante el gobierno de la Unidad Popular.
Tras el golpe de Estado de 1973, fue detenido en Iquique y trasladado al campo de prisioneros de Pisagua, donde fue torturado brutalmente y testigo de ejecuciones masivas. Relata los consejos de guerra que llevaron a la muerte de compañeros como Haroldo Quintero, Nelson Márquez y José Santos. También menciona la crueldad de militares como el comandante Larraín y el teniente Carlos Herrera Jiménez, conocido por su papel en violaciones de derechos humanos.
Luis recuerda las condiciones infrahumanas del campo, donde enfrentó trabajos forzados, hambre y constante violencia. A pesar del horror, destaca la resistencia y solidaridad entre los presos. Después de su liberación y relegación a una isla del sur, enfrentó secuelas físicas y emocionales, además de exilio y persecución.
Menciona a : Haroldo Quinteros, Nelson Márquez, José Santos, Rodolfo Fuenzalida, Juan Antonio Ruz, Germán Palomino, Luis Pedro Castillo (Torito), Luis Yáñez, Julio Cabezas, Andrés Carlos, Brito y Miranda, Gendarme Higueras.

Testimonio de Mario Magne

Mario Magne creció enfrentando dificultades económicas y trabajando desde joven para apoyar a su familia. Fue un líder sindical y militante del Partido Socialista, involucrado en actividades políticas y sindicales durante el gobierno de la Unidad Popular.
Con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Mario fue perseguido y detenido el 28 de septiembre del mismo año. Durante su detención, fue brutalmente torturado en el regimiento de Telecomunicaciones de Iquique, donde enfrentó golpizas, simulacros de fusilamiento y abusos extremos.
Posteriormente, fue trasladado al campo de prisioneros de Pisagua, donde estuvo sometido a trabajos forzados, frío extremo, hambre y constantes amenazas de muerte. Fue testigo de torturas y ejecuciones de compañeros. Relata cómo los presos desarrollaron estrategias de supervivencia basadas en la solidaridad y la resistencia.
Mario también describe lo que pasó tras su liberación, enfrentando listas negras que le impedían encontrar trabajo. A pesar de todo, logró formar una empresa constructora, ayudando a otros ex presos políticos.
Menciona a Rodolfo Fuenzalida, Marcelo Guzmán, Freddy Taberna y Ernesto Pérez, Carlos Valdivieso, Andrés Carlos, Jorge Marín y William Millar, Arturo del Solar Jara y Mario Acuña.

Testimonio de Luis Tapia

Luis Tapia Hidalgo fue estudiante y deportista en su juventud, militaba en las Juventudes Socialistas, siguiendo los pasos de su padre. En agosto de 1973 fue detenido injustamente bajo acusaciones falsas de participar en actividades subversivas, pasando una semana encarcelado. Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, vivió con temor constante. El 28 de septiembre fue detenido nuevamente mientras huía de los militares que lo buscaban en su barrio.
Luis fue llevado al regimiento de Telecomunicaciones de Iquique, donde sufrió brutales interrogatorios y torturas: golpes, quemaduras de cigarrillos y simulacros de fusilamiento. Posteriormente fue trasladado a un container de metal, donde permaneció en condiciones inhumanas antes de ser llevado al campo de prisioneros de Pisagua.
En Pisagua, enfrentó trabajos forzados, más torturas y violencia extrema por parte de los militares. Describió casos específicos de otros prisioneros, como Nelson Márquez y Andrés Carlos, quienes sufrieron abusos y castigos hasta ser asesinados o quedar psicológicamente destruidos.
Luis también recordó su participación en el Consejo de Guerra, donde fue condenado a dos años de prisión. Fue trasladado a la cárcel de Iquique, donde enfrentó nuevas dificultades para encontrar trabajo y continuar sus estudios tras ser liberado. Sin embargo, logró reconstruir su vida, formando una familia y criando a dos hijas profesionales.