Claudina García, nacida en el seno de una familia minera de Tocopilla, desde muy niña estuvo conectada con la lucha social. Contrae matrimonio muy joven con Héctor Cuevas Salvador, dirigente de la construcción. Ambos militantes del Partido Comunista, les toca afrontar la represión de la dictadura, pues su marido sufrió la prisión política, tortura, relegación y expulsión del país. Ella se queda en Chile junto a sus hijos, para seguir en contacto con las organizaciones sociales y denunciar los atropellos de la dictadura, apoyando desde dentro la pelea por el derecho de vivir en la patria de su esposo. Claudina ha continuado el legado de “El Loco” Cuevas (quien falleció al poco tiempo de que se le permitiera regresar en 1985) en diferentes organizaciones sociales y es directiva del Centro Cultural que lleva el nombre de su marido, en la histórica sede de Serrano 444, en Santiago.
Diego Olivares, ligado al movimiento de jóvenes cristianos, participa en los comités de derechos humanos de la zona sur de Santiago. Comienza su labor política como militante del Partido Demócrata Cristiano. Durante la dictadura asume un rol relevante como presidente del la Confederación Bancaria y como presidente de la reconformada Central Unitaria de Trabajadores, en 1988, en ausencia de Manuel Bustos, que había sido tomado preso por la dictadura. En 2003 decide abandonar la CUT para conformar la Unión Nacional de Trabajadores de la cual es su Consejero Nacional.
Moisés Labraña Mena, inicia sus trabajos en la minería en la ciudad de Andacollo, en las auríferas de la IV Región. De militancia comunista, asume como dirigente nacional de la Confederación Minera de Chile en pleno periodo de la dictadura. Como otros dirigentes sindicales, fue reprimido por la dictadura, sufriendo prisión y relegación. Aun continua la labor de dirigencia en su Confederación.
Carlos Opazo Bascuñán, oriundo de San Javier de Loncomilla en la Región del Maule. Ingresa al movimiento sindical campesino en 1960, como encargado juvenil en el Sindicato La Victoria de Peñuelas. En dictadura asume el cargo secretario general de la Confederación Ranquil, cuando el movimiento campesino había sido duramente reprimido por la contra-reforma agraria. Al igual como ocurrió con varios dirigentes sindicales, sufrió prisión política, secuestro y relegación. Hoy continúa sus labores en temas campesinos, especialmente abocado al rescate y preservación de las semillas que corren riesgo de desaparecer por industrialización de productos transgénicos.
Francisca Rodríguez Huerta, oriunda de antigua localidad rural de Lo Espejo en Santiago. Trabajó en el campo desde muy temprana edad. Llegó al sindicalismo en un periodo en que fue empleada de la Compañía de Correos y Telégrafos, lo que posteriormente la llevó a trabajar en el Departamento Juvenil de la CUT. Desde ahí se vincula con los sindicatos campesinos y la Confederación Ranquil. Desde antes de la dictadura, enfocó su labor en el movimiento de mujeres como encargada femenina de la Juventudes Comunistas, para después trabajar con mujeres del campo, labor que continúa hasta hoy en la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI.
Alicia Muñoz Toledo, oriunda de Molina, VII Región del Maule. Desde muy niña vivió la desigualdad y la injusticia que se cometía con los trabajadores rurales. Participó de los procesos de reforma agraria y la sindicalización campesina participando del Sindicato La Marcha, que pertenecía a la Confederación Ranquil , afiliada a la Central Única de Trabajadores. Posterior al Golpe, su familia y compañeros fueron reprimidos por la dictadura. Participó de la reconstrucción del movimiento sindical, primero al amparo de la Iglesia Católica y luego en la organización del departamento femenino de la Coordinadora Nacional Sindical. Hoy continúa su labor como dirigente de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI.